A diferencia de los trasplantes de órganos, donde el paciente recibe el órgano de un donante, el trasplante capilar se considera exclusivamente un autotrasplante. Es decir, el propio paciente dona los injertos necesarios para llevar a cabo la intervención, de una zona del cuerpo a otra.
Esto es así porque el folículo trasplantado lleva asociada una pequeña cantidad de tejido que, como sucede con el trasplante de un órgano, es percibida por el cuerpo como un elemento invasor. Al identificar el tejido extraño, el sistema inmune reacciona con lo que se conoce como rechazo.
Por eso, durante una donación de órganos, los pacientes se someten a estrictos protocolos de control. Empezando por la compatibilidad entre receptor y donante de las moléculas encargadas de identificar y combatir agentes extraños.
Estos marcadores (llamados antígenos leucocitarios humanos, o HLA), son únicos y exclusivos al código genético de cada persona. La compatibilidad entre antígenos es indispensable para controlar el porcentaje de rechazo del sistema inmune hacia el tejido extraño, pero no es el único requisito. Los receptores de un órgano vital deben tomar medicación supresora del sistema inmune durante toda la vida para evitar el rechazo del órgano.
Estos medicamentos incrementan exponencialmente el riesgo de contraer todo tipo de infecciones graves y conllevan efectos secundarios muy fuertes. Por eso no se administran en intervenciones cosméticas, lo que imposibilita el trasplante de pelo de una persona a otra.
Aunque técnicamente se puede trasplantar el pelo de otra persona, no es un proceso que se ponga en práctica por los riesgos y consecuencias que conlleva.
Si no tiene suficientes injertos para un trasplante de cabello, un análisis detallado puede ayudar a determinar el grado de progresión de la pérdida y su futura evolución.
El Dr. Gallegos y el equipo de la Clínica Gallegos estarán encantados de asesorarle en detalle sobre las diferentes opciones de tratamiento más convenientes para usted.
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